Martínez Rojas, F. J., "Iglesia y Humanismo en el Jaén Renacentista", en M. D. Rincón González (ed.), Doce calas en el renacimiento y un epílogo. Jaén 2007, pp. 45-109.
Luis Cabeza de Vaca debió nacer en Jaén hacia 1465, en el seno de una de las familias de la oligarquía local, que poseía una capilla en la antigua catedral gótica. Poco más se sabe de sus posibles estudios. En el rótulo que se introdujo en su sepultura, se afirmaba que Cabeza de Vaca era professione theologus, y Jimena Jurado le reconoce el grado de maestro. Pero más que como teólogo, Cabeza de Vaca adquirió cierta notoriedad por ser uno de los primeros maestros del futuro emperador Carlos V. En efecto, en 1505, el archiduque Felipe encargó al clérigo giennense que enseñase las primeras letras a su hijo Carlos, entonces sólo duque de Luxemburgo, y así entró Cabeza de Vaca a formar parte de la Casa del Príncipe.
Nombrado obispo de Canarias en 1521, fue trasladado a Salamanca en 1530, y en 1537 a Palencia. Allí, Cabeza de Vaca mantuvo una estrecha relación con el canónigo Alonso Fernández de Madrid, arcediano del Alcor, a quien nombró provisor y vicario general, y que fue uno de los principales divulgadores de los escritos de Erasmo en España. Deseoso de que se conociese mejor la vida de fray Hernando de Talavera, primer arzobispo de Granada y modelo de prelados, Cabeza de Vaca comisionó al arcediano la redacción de esta obra. Para Marcel Bataillon, el encargo de Cabeza de Vaca es prueba del esfuerzo realizado por los erasmistas españoles por difundir el ideal de una Iglesia más digna de Cristo, que, en este caso concreto, perseguía la divulgación de un modelo de vida ascética, toda resplandeciente de santidad, vida de buen pastor, evocada por el arcediano con piedad ferviente como claro ejemplo para edificación de un clero necesitado de profunda renovación interior.
La plena sintonía de intereses y aspiraciones reformistas de Luis Cabeza de Vaca y Alfonso Fernández de Madrid se evidenció en el sínodo diocesano celebrado en 1548, cuyas constituciones fueron impresas en Palencia, en el mismo año, y la misión que el obispo encomendó al arcediano nombrándolo reformador de la honestidad de las personas, casas y trajes.
En la memoria del arcediano, tal y como la plasmó en la Silva Palentina, quedó nítidamente impreso el recuerdo de un prelado para el que no ahorró elogios, ya que se sintió fuertemente identificado con su ideario de reforma eclesiástica. Sería interesante saber si dos sobrinos del fundador de la universidad de Baeza, el Dr. Rodrigo López, obtuvieron sendos beneficios en la catedral de Palencia por mediación del también giennense Luis Cabeza de Vaca. De ser así, quedarían patentes los vínculos que el prelado mantuvo con su diócesis de origen, y especialmente con el grupo de clérigos que, bajo el magisterio de S. Juan de Ávila, hizo del estudio baezano un centro de formación intelectual donde el humanismo se tiñó de una intensa espiritualidad reformista. (F. J. Martínez Rojas)
Martínez Rojas, F. J., "Iglesia y Humanismo en el Jaén Renacentista", en M. D. Rincón González (ed.), Doce calas en el renacimiento y un epílogo. Jaén 2007, pp. 45-109.